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Tema candente en el mundo de la lactancia materna

La Asociación Catalana de Enfermería Pediátrica ha alertado a la Comisión de la Infancia del Parlamento de Cataluña sobre la supuesta incapacidad de las madres desnutridas de dar el pecho a sus bebés y la correspondiente necesidad de recurrir a la lactancia artificial.

Como IBCLC no puedo dejar de sorprenderme al oír tales afirmaciones. La presidenta Anna Pedraza afirma que las madres sufren una situación de carencia nutricional que puede afectar al crecimiento del bebé.

Por suerte, la evidencia científica ha podido verificar que las madres desnutridas siguen fabricando leche para sus hijos y que éstas mantienen la calidad y la cantidad necesaria de leche sin tener que recurrir a la leche artificial como fuente de alimentación, como así parecía insinuar el colectivo de enfermeras.

El fomento de la lactancia materna parece ser políticamente incorrecto, ya que parece perturbar la voluntad de las mujeres a la hora de escoger cómo quieren alimentar a sus bebés. De cualquier modo, olvidamos que la leche artificial debería ser considerada una solución, no una opción en el caso de emergencias nutricionales.

En el caso de que sea cierto y que encuentren madres con dificultades para amamantar a sus bebés debido a la imposibilidad de acceder a una alimentación adecuada, la solución más racional y económica pasaría por alimentar a las madres y cubrir todas sus necesidades nutricionales, y no por la opción de facilitar a sus hijos una alimentación de peor calidad, la leche artificial, y que, además, supone un gasto económico astronómico.

Noticias como éstas no hacen más que perpetuar el mito entre la sociedad sobre la necesidad de que la madre que amamanta necesita una dieta hecha a la medida y específica para poder tener leche adecuada para sus hijos.

Este hecho, lejos de alentar una preocupación positiva sobre la importancia de una nutrición adecuada en todas las mujeres y en las madres, crea el pánico entre las mujeres de no poder cumplir con esa alimentación y eso, a menudo, hace que muchas mujeres dejen de dar el pecho a sus hijos o, incluso, a que ni tan siquiera se animen a empezar la lactancia materna para, supuestamente, «no perjudicar al bebé» a causa de sus malos hábitos alimentarios.

Paralelamente a esta propagación de tales ideas, las empresas se han encargado de vender su producto y hacernos creer que su leche es absolutamente similar a la leche materna cuando, en realidad, eso no es cierto. La leche materna es un alimento vivo que se modifica con la edad del bebé y se adapta a sus necesidades.

En situaciones de emergencia nutricional como las que parece que se están viviendo en nuestro país, no tenemos más opción que buscar cómo se ha gestionado la nutrición de madres y bebés en el Tercer Mundo. Observar cómo la leche artificial se entrega sólo y exclusivamente en el caso de que no se haya podido recuperar la lactancia o el bebé sea huérfano.

Empieza a ser hora de hacer un uso racional de los recursos, recordando que la lactancia materna es un proceso fisiológico que nos caracteriza como mamíferos y como humanos y que nos ha permitido llegar hasta aquí como especie.