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El parto en el agua

El método de dar a luz en el agua tiene, como principal objetivo, que el bebé nazca en un medio húmedo y cálido, similar al del útero materno. De este modo, se le ofrece al bebé una transición placentera entre el vientre de su madre y el mundo exterior. Además, el agua produce una sensación de bienestar e intimidad que disminuye el temor que muchas embarazadas sienten ante el parto y ante los protocolos hospitalarios.

Este tipo de parto no supone ningún riesgo para el bebé, puesto que no puede ahogarse. Esto se debe a que el bebé no empieza a respirar hasta el momento en que es expuesto al aire.

Los nacimientos dentro del agua pueden tener lugar en casa y en algunos hospitales, siempre y cuando se cuente con el especialista adecuado. Sin embargo, no suele aconsejarse a embarazadas que tengan un embarazo de alto riesgo.

En el parto en el agua, el bebé es colocado inmediatamente después de nacer en los brazos de su madre. El padre del bebé puede acompañar a la embarazada dentro de la bañera cogiéndola por detrás para ofrecerle un punto de apoyo para el trabajo del parto, lo cual resulta muy beneficioso para la relación de la pareja.

Aunque es cierto que a muchas embarazadas no les atrae la idea de tener un parto en el agua, no se ha de descartar la posibilidad de dilatar dentro de una bañera con agua caliente. Según muchas madres que lo han experimentado, el agua, además de relajarlas, minimiza el dolor, reduce la sensación de pesadez del vientre y, sobre todo, facilita en gran medida el proceso de dilatación. Cuando más alivio proporciona el agua es durante las contracciones, ya que produce una relajación muscular muy beneficiosa en la zona lumbar y abdominal. Por ello, se ha convertido en una de las alternativas para reducir las molestias del parto y en una opción natural distinta a la anestesia epidural, que se trata de la más extendida en la actualidad.