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Mi Hijo pega o muerde: Posibles Causas y Soluciones

Una consulta muy frecuente de los padres es qué hacer cuando sus hijos pegan o muerden. El problema no es qué hacer cuando pegan o muerden sino qué hacemos antes de que eso pase.

Un niño de entre 0 y 4 años pega o muerde por tres posibles causas: puede estarse defendiendo, actuando por imitación de lo que ve en los adultos (si le pegan en casa es muy posible que pegue, tanto por imitación como por lo que concierne al motivo siguiente) o por desahogo de situaciones frustrantes para él que hacen que acumule tensión. Esta tensión puede darse como respuesta a diversas situaciones: una educación autoritaria, celos por el nacimiento de un hermanito, ir al colegio a una edad en la que aún son muy pequeños o no ver satisfechas sus necesidades básicas al demandar atención.

Siempre debemos ir a la causa, no debemos quedarnos en la superficie del querer que deje de pegar o morder a toda costa. Los síntomas son aliados que nos dan pistas. Si la causa sigue presente, el problema no va a desaparecer, al contrario, va a agravarse si reprimimos la salida de tensión con un «no se pega/muerde». El niño no va a comprender qué ha hecho mal, ya que su intención era de descarga, produciéndose más frustración y tensión, incluso posibles patologías futuras.

En vez de hacer eso debemos preguntarnos, entre otras muchas cosas, ¿qué ha podido pasar?, ¿pasa en otras situaciones?, ¿qué ha pasado antes de que mordiese/pegase?, ¿desde cuándo lo hace?, ¿este comportamiento ha venido acompañado de algún cambio? Un ejemplo claro es un niño al que su madre amamanta mientras ella realiza otra actividad, sintiendo rechazo o sin presencia (sin estar aunque esté físicamente). El niño detectará ese rechazo o esa ausencia y seguramente morderá el pecho. Lo que hay que solucionar es esa acumulación de tensión, lo que la causa, aportar esa presencia en ese momento tan importante psicológicamente para el niño.

En el caso de que pegue o muerda a otros niños, debemos intervenir, pero nunca buscando culpables ni diciendo que no se pega, ya que la causa sigue subyacente y entraríamos en el círculo vicioso antes descrito de generar más frustración. Podemos intervenir con un «no puedo permitir que os hagáis daño», preguntándoles qué ha pasado para que puedan expresarlo, sin tomar partido por nadie. Además, podemos proporcionarles herramientas alternativas para descargar la tensión como patear el suelo, gritar muy alto o pelear con churros de piscina o almohadas. Pero siempre como herramientas para evitar esa violencia en el momento o como alternativas para el futuro si la causa se nos escapa. Si la causa persiste y la ignoramos, sólo estaremos poniendo parches.